lunes, 22 de octubre de 2007

Las Falacias en torno a los Problemas Sociales

Julio E. Díaz Palacios
Red Perú de Iniciativas de Concertación



Bernardo Kliksberg, consultor internacional y hoy asesor del segundo Gobierno Nacional del Dr. Alan García Pérez, hace seis años escribió un famoso artículo evidenciando las falacias sistemáticas que existían en América Latina en torno a los problemas sociales [1]. Falacias según la Real Academia Española significa: mentiras que se dicen para falsear la realidad o dañar a alguien. En el fondo estas falacias difundidas intensamente por sectores empresariales beneficiarios del neoliberalismo, sus ideólogos ortodoxos y sus voceros en diversos campos, siguen vigentes aun en muchos sectores políticos y sociales de la región y de nuestro país, motivo por el que vale la pena recordarlos en una breve síntesis.

1. Las diez falacias según Kliksberg

Primera: La negación o minimización de la pobreza . A pesar de la evidente magnitud y crecimiento de la pobreza las dos últimas décadas en América Latina, los beneficiarios del modelo neoliberal trataban de quitarle la importancia que tiene por su gravedad. Para eso utilizaban dos canales. Uno, la relativización de la situación: "pobres hay en todo lados" afirmaban; otros utilizaban el camino negador: "pobres hubo siempre". Las consecuencias prácticas de ambas en las políticas públicas eran claras: Si hay pobres en todos lados y si siempre ha habido pobres no se justifica priorizar el problema, par qué tanto reclamo. Estos errores además de conducir a la ineficiencia entrañaban y siguen entrañando un serio problema ético.

Segunda: La paciencia. Otros planteaban que ante la pobreza era necesario tener una cierta "paciencia histórica", pues luego de los "ajustes de cinturones" (las reformas estructurales), vendrá una etapa de reactivación económica que luego "derramará" sus beneficios a los desfavorecidos y los sacará de la pobreza. Por lo tanto, se decía, lo social debe esperar, pues se necesita entender el proceso, hay que guardar paciencia mientras se suceden las etapas. El mensaje era claro: "La pobreza puede esperar" . De esta manera, se ocultaba el hecho que el daño que puede provocar esa espera es simplemente irreversible y que no tendrán arreglos posibles, por ejemplo los impactos por la desnutrición crónica en los niños o en los excluidos de los servicios básicos de agua potable y alcantarillado. Lo correcto era, incluso desde el sentido común, que frente a la pobreza debía aplicarse más bien una "ética de la urgencia" , pero de ninguna manera señalar "no se desesperen, tengamos paciencia", pues esta significa decenas de miles de vidas que se pierden definitivamente.

Tercera: Con el crecimiento económico basta. Se proponía que todos los esfuerzos deberían orientarse al crecimiento, a aumentar el producto bruto, a priorizar siempre las exigencias de los inversionistas, que esto era lo verdaderamente importante, que lo demás era secundario. Si se crece sostenidamente, la pobreza comenzará a resolverse, pues comenzará a fluir hacia abajo, se indicaba. Se confundía así el crecimiento que es un medio con el fin mismo. El crecimiento era y es necesario, pero el no puede resolver todos los problemas del desarrollo como está demostrado. No basta para el desarrollo humano. Se requiere "no solo más sino un mejor crecimiento, es decir cuales son sus vías, sus prioridades, quienes se benefician, que políticas se aplican con relación a la educación, salud, agua potable". Es cada vez más evidente que crecimiento sin redistribución no es sinónimo de desarrollo.

Cuarta: La desigualdad es un hecho de la naturaleza y no obstaculiza el desarrollo. El pensamiento económico convencional ha tendido a evadir una discusión frontal sobre la desigualdad y sus efectos sobre la economía. Recordemos que América Latina es considerada la región más desigual del planeta y esta desigualdad tiende a acentuarse. Se ha argumentado que la desigualdad es simplemente una etapa inevitable de la marcha hacia el desarrollo, es decir, algo natural. Incluso, algunos extremistas señalaban que "la acumulación de recursos en pocas manos favorecerá el desarrollo al crear mayores capacidades de inversión". La evidencia indica que la desigualdad es un obstáculo para el desarrollo, pues no solo excluye del mercado a millones de ciudadanos, sino sobre todo genera escenarios de conflictos que rápidamente pueden evolucionar a situaciones de ingobernabilidad. La desigualdad no se modera o limita sola. La desigualdad tampoco es un hecho natural. La desigualdad debe ser enfrentada directamente.

Quinta: La desvalorización de la política social. Frente a la necesidad de priorizar las políticas sociales para enfrentar la pobreza, los voceros del modelo económico señalaban que "la única política social es la política económica" . Por eso la preeminencia de los ministros o asesores económicos. En consecuencia, se ha tendido a dar a las políticas sociales una importancia menor que otras políticas como las de privatización, crecimiento económico, equilibrios monetarios, desarrollo productivo. Las políticas sociales han sido siempre relegadas a un segundo plano. Para estos ortodoxos la política social es "una concesión política orientada a calmar los ánimos de los pobres". Es decir, la vieja practica de "dar algo, para que no cambie nada". La política social, a diferencia de los neoliberales, es sumamente importante. No debe centrarse en cuestiones marginales, sino debe ser considerada como la llave para la acción contra la desigualdad de carácter estructural y para enfrentar de verdad la pobreza y las inmensas privaciones que significa.

Sexta: La maniqueización del Estado. Los convencionales han hecho un gran esfuerzo para desprestigiar y deslegitimar la acción del Estado. Hay que reconocerles que han sido exitosos en aplicar el maniqueísmo o "tendencia a interpretar la realidad en base a una valoración interesadamente equivocada". En todo caso, el único Estado bueno para ellos es aquel que sirve a los intereses del crecimiento económico, que bien sabemos que en realidades nuestras beneficia a pocos y no a la gran mayoría. Frente a la idea errónea de un Estado omnipresente e ineficiente, se postuló un Estado mínimo. Se ha asociado la idea de Estado con corrupción, con ineficiencia, con grandes burocracias que no aportan nada, con despilfarro de recursos. Evidentemente se aprovecharon de los defectos existentes en el funcionamiento de las entidades públicas. Pero se llegó al extremo de afirmar y promover "que toda acción llevada en el terreno público sería negativa para la sociedad, mientras que el mercado nos llevaría al reino de la eficiencia y a la solución de los principales problemas económico-sociales" . Además difundieron la concepción de que existe una oposición de fondo, frontal, entre Estado y sociedad civil. La maniqueización del Estado tiene una consecuencia concreta, al deslegitimarla deja abierto el camino para su debilitamiento y la desaparición paulatina de las políticas públicas en campos cruciales como los sociales.

Séptima: La incredulidad y desconfianza sobre el aporte de la sociedad civil. Estos ortodoxos sembraron también dudas sobre las posibilidades de aporte de la sociedad civil en los procesos de desarrollo y en la solución especifica de los problemas sociales. Priorizan el mercado, la fuerza de los incentivos económicos, la gerencia de negocios, la maximización de las utilidades como motor del desarrollo, saludan las señales que pueden ser buenas para el mercado. Los aportes de la sociedad civil son considerados como secundarios, casi marginales. Este enfoque es el que condiciona que el apoyo a las organizaciones de la sociedad civil sea casi simbólico, muy pobre; y, de otro lado, se acentúa también la desconfianza en sus capacidades de acción. Desconocen deliberadamente la fuerte participación de las OSC en el desarrollo social en el mundo actual, por ejemplo, produciendo capital social.

Octava: La participación; si, pero no. La participación cada vez más activa en la gestión de los asuntos públicos surge como una exigencia concreta de las mayorías. Los avances de la democratización crean condiciones de libre organización y expresión y de involucramiento en procesos democráticos, lejos del verticalismo y autoritarismo, altamente ineficientes. Un campo donde se da esto es el de los programas sociales, particularmente en la lucha contra la pobreza. No obstante los aportes de la participación ciudadana, se levantan los perjuicios y las resistencias profundas a que las comunidades participen. Por supuesto a la hora del discurso político, se reconoce lo valioso de la participación, pero en el momento de las decisiones, se crean obstáculos o se ubica la participación en aspectos marginales, no decisorios. Una vez más está presente el clásico "divorcio entre el discurso y la realidad", pero la participación viene consagrándose definitivamente como un componente imprescindible en la gestión pública moderna.

Novena: La elusión ética.- Los ortodoxos y el grueso de empresarios escabullen normalmente la discusión sobre las implicancias éticas de los diferentes cursos de acción posibles. Lo que se privilegia siempre es el costo / beneficio económico, se desprecia prácticamente la situación de la vida de la gente. Se prioriza la discusión sobre los medios y no los fines, se opta por el "camino del pragmatismo", para evitarse problemas con los grupos de poder. Por ejemplo, ¿quién gana y quien pierde con la falta de voluntad para hacer la reformas fiscales?. La respuesta es obvia. Hay resistencia a identificar las consecuencias de las políticas, sean estas económicas, sociales, ambientales, económicas. Es indispensable reestructurar el sistema de valores en que la civilización descansa. Sin embargo los ricos y sus voceros se niegan a reflexionar en torno al criterio y exigencia formulado por muchos autores en el sentido de "que no es posible que los estratos prósperos de las sociedades ricas se libren de la carga de conciencia que significa la convivencia con realidades masivas de abyecta pobreza y sufrimiento en el mundo, y que deben encarar de frente su situación moral".

Décima: No hay otra alternativa.- Pero los ortodoxos no queden en lo ya señalado. Alegan también que las medidas económicas que ellos proponen son las únicas posibles y que no existen otras alternativas. Por tanto, los graves problemas sociales que crean son inevitables, no hay nada que hacer. Esta es una expresión de fundamentalismo. No reconocen la larga experiencia del siglo XX, plena en fracasos históricos de modelos de pensamiento que se auto representaban como el "pensamiento único". El desarrollo es tan heterogéneo y demasiado complejo como para aceptar que solo puede existir una sola vía. El clamor por cambios en las regiones que están pagando las consecuencias del modelo único empobrecedor y excluyente es grande, pero se insiste: No hay otras alternativas. Se prefiere no prestar oídos a cosas muy delicadas.

Kliksberg culminaba su artículo señalando que las sociedades latinoamericanas no pueden ser indiferentes frente a los infinitos dramas que surgen de la problemática social de la región y que deben ser muy autocríticas con la racionalización de la situación los autoengaños tranquilizadores. Y nos recordaba también la voz del gran escritor Carlos Fuentes quien en 1995 afirmó categóricamente: "Algo se ha agotado en América Latina, los pretextos para justificar la pobreza".

2. ¿Siguen vigentes estas falacias?

Las falacias señaladas de extensa circulación hace más de una década siguen vigentes en el pensamiento y prácticas de no pocos personajes y organizaciones de nuestra región. Ellas, sin duda, constituyen una visión distorsionada de los problemas sociales de la región y de sus causas, y lleva a graves errores en las políticas públicas. No ayudan a superar la pobreza ni la desigualdad, más bien las refuerzan estructuralmente.

¿Estas falacias tienen alguna presencia e impacto en el Perú de hoy, años 2006?. Lamentablemente sí y en muchos aspectos. Por ejemplo, la falta de propuestas claras que ataquen las causas de fondo de la pobreza y exclusión en el país y la ausencia de una verdadera reforma de las políticas sociales para superar su fragmentación, su ineficiencia, la subcobertura, el asistencialísmo; el cuestionamiento de las OSC particularmente las ONGS que trabajan temas relacionados con la protección de los derechos humanos y la transparencia en la administración de justicia por altos voceros del gobierno. Al respecto resulta muy claro lo que el mismo autor nos dice:

"El Perú tiene el 48% de la población total y el 66% de la población indígena, por debajo de la línea de pobreza. Esto significa que uno de cada dos peruanos tiene dificultades para sobrevivir Y aquí como en toda América Latina la pobreza mata. La tasa de mortalidad materna del Perú es el doble que la del promedio de la región, que a su vez es ocho veces la tasa de mortalidad materna de Canadá. La pobreza tiene rostro de mujer, de niño, de indígena. Yo no conozco ninguna prioridad más grande que combatir la pobreza. La reforma fiscal es fundamental, pues a veces se exige que los pobres paguen igual que los no pobres. Si se busca una economía con rostro humano es necesario una reforma fiscal, no hacerla o evitarla es antiético" [2].


Lima, 9 de octubre del 2006

[1] Bernardo Kliksberg. " Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina". Washington, 2000.
[2] Bernardo Kliksberg. "No es ético evitar reforma fiscal". Entrevista. La República. Página 8, Política, Domingo 1/10/2006

Cinco mitos sobre la pobreza en el Perú

Wilfredo Ardito Vega
La Insignia. Perú, octubre del 2006.

A muchos extranjeros que visitan el Perú no les choca la pobreza, que de alguna manera esperan encontrar, sino la indiferencia que ésta parece generar en los peruanos más afortunados. Es posible que en otras épocas se atribuyera la pobreza a "castigo" o "voluntad" de Dios. Sin embargo, existen otras creencias o mitos modernos sobre la pobreza que terminan ayudando a mantenerla.

El primer mito es que la pobreza se debe a que lamentablemente el Perú es un país pobre. En realidad, muchos estudios nacionales e internacionales han confirmado que vivimos en un país de renta media, pero la riqueza no está distribuida de manera equitativa. Buena parte de la actividad económica no genera tributos adecuados, a veces por una legislación favorable, como convenios de estabilidad o exoneraciones tributarias, pero también debido a la informalidad: un propietario de 100 taxis obtendrá, por el alquiler, más de 5.000 soles diarios, y no pagará un sol en impuestos. La evasión tributaria, además, no sólo está vinculada a actividades informales: a pesar de la prosperidad de Máncora, las boletas o facturas son casi desconocidas y la SUNAT brilla por su ausencia.

Sin embargo, sería otro mito reducir la pobreza en el Perú a un problema de recaudación: en realidad, el Estado no emplea sus recursos para priorizar las necesidades fundamentales de los más pobres, asegurando, por ejemplo, que la atención en salud o los documentos de identidad sean gratuitos. El canon minero o petrolero podrían servir para que Cajamarca o Loreto, respectivamente, solucionaran los problemas de analfabetismo o desnutrición de sus habitantes, pero está prohibido destinar el dinero para ello, debiendo realizarse solamente gastos de infraestructura.

Un tercer mito se refiere a que los culpables de la pobreza son los propios pobres, señalando que se trata de personas ociosas y conformistas, y que quien persevera puede triunfar. Cualquiera que se acerque al mundo de los pobres advertirá los factores que bloquean sus posibilidades: la geografía, el idioma, la indocumentación, el racismo, el machismo y muchas más. Además, el mecanismo que durante décadas permitió enfrentar estas barreras, la educación pública, se ha deteriorado mucho en los últimos años. Estos problemas estructurales no son culpa de los pobres y es mas bien responsabilidad del Estado afrontarlos.

Por ello mismo, resulta tan absurdo el cuarto mito: que para combatir la pobreza, un gobierno deberá limitarse a estimular la inversión privada. Los problemas estructurales no los van a solucionar los empresarios, y tampoco es su función, sino del Estado. Además, desde las agroexportadoras de Trujillo hasta los emporios textiles de Gamarra, cuando la inversión privada implica explotar a las personas más vulnerables, no sólo no produce prosperidad, sino mayor desigualdad, más frustración y violencia. Es por ello fundamental un Estado que garantice el pleno cumplimiento de los derechos laborales en la actividad privada, incluyendo a las trabajadoras del hogar.

Queda el quinto mito sobre la pobreza, que para mí es el peor de todos y el más generalizado. Sirva como ejemplo mi experiencia en un colectivo de Huancavelica a Huancayo donde yo viajaba al lado de una señora y su hijo. Al costado de la carretera, ya de noche, pasaba una familia de campesinos cargando pesados bultos. El niño dijo: "¡Pobrecitos!" y la mamá le respondió: "Ellos no sufren, están acostumbrados."

Esa percepción está muy extendida: que el pobre está acostumbrado al sufrimiento: puede sufrir por un huayco, una inundación o un incendio pavoroso como el de Mesa Redonda, sus hijos pueden morir de frío o de una enfermedad curable... y ellos no sufrirían tanto como otras personas, porque no tienen la misma sensibilidad. Un ejemplo más cercano de esta mentalidad es el trato desconsiderado que muchas familias dan a las trabajadoras del hogar considerándolas seres que pueden trabajar sin horario, sometidas a múltiples privaciones.

En realidad, este mito sirve para tranquilizar a quienes verdaderamente se han acostumbrado a la pobreza (los que no son pobres), permitiéndoles continuar su vida sin sentirse interpelados. En algunos casos, inclusive, se intenta crear una visión romántica e idílica respecto a la lacerante pobreza rural, percibiéndola como una vida sencilla y feliz, alejada de las preocupaciones materiales, como aparece en la publicidad de Claro y Altomayo.

Estos mitos se repiten en casas, colegios o universidades y llegan a estar presentes inclusive en aquellos espacios donde se toman decisiones fundamentales, como sucedió durante el gobierno de Alejandro Toledo, que hizo muy poco por los millones de pobres que votaron por él.

Revertir estos mitos ayudaría a que los peruanos más afortunados tomaran conciencia de que la pobreza puede ser combatida eficazmente. Quienes tienen más poder, más dinero, más educación (y algunos todo eso junto), deberían sentir mayor responsabilidad.

domingo, 28 de enero de 2007

Los Planes de Alan García

César Hildebrandt

La derecha que perdió todas las guerras, todas las oportunidades de crear justicia y viabilidad social, la derecha que gobernó siempre –con la sola excepción del suspiro de Billinghurst y los siete años de Velasco–, la derecha cuyos ancestros pelearon en contra de la independencia y cuyos abuelos entregaron Lima a la soldadesca chilena, la derecha que se robó el dinero para comprar barcos en plena guerra del Pacífico y remató Arica a precio vil, Leticia por nada, Sucumbios por poquísimo, la derecha que festejó todas las masacres de campesinos y hundió en el oprobio a todos los reformistas que en su tiempo fueron, la derecha que persiguió a los mejores –desde Vallejo a Alegría, pasando por Arguedas y Gustavo Valcárcel– y se unió a los peores o hizo peores a los que ya eran cavernarios –desde Sánchez Cerro a Odría, pasando por el panzón rosáceo de Benavides–, la derecha que tiene el bolsillo chorreando sangre y, hoy, la labia de Alan García a su servicio, la derecha del contrabando, la evasión fiscal, las conversas con Montesinos para ganar juicios, la derecha prochilena de estos días, en suma, quiere erguirse en patrona del pensamiento correcto y llama caviares a quienes no se doblegan ni ante su dinero ni ante su poder mediático.

Es el colmo. La derecha cree que con lo que evacúan algunos columnistas a su servicio ya ejerce el poder de las ideas y el monopolio de la verdad. La derecha analfabeta está segura de que le basta y sobra con el jarabe de lengua de García, el sancochado delirante de algunos comentaristas y la agresividad de los voceros fujimoristas, para ganar en el campo de las ideas.

¿Y qué aporta la derecha de novedad? Absolutamente nada nuevo. Sus ideas las ha huaqueado del latifundismo occiso y son estas: el Estado no debe meterse con la inversión privada excepto para defenderla con las armas, si es necesario; los trabajadores son mano de obra prescindible y no juegan ningún papel decisivo en el proceso de acumulación capitalista; la política exterior debe estar uncida a la de los Estados Unidos; todos los que no opinen así son potencialmente subversivos.

Y eso es todo el libreto, que es el mismo que recitaba, en los años 30 y 40, Víctor Andrés Belaunde.

Maquillan este librero con un vocabulario flamante y estandarizado por los cuatro vientos: le dicen globalización a lo que antes llamaron panamericanismo (o Alianza para el Progreso); le llaman mundo unipolar al libreto autoritario de la única potencia criminalmente expansionista de nuestros tiempos; le dicen mercado laboral flexible a lo que en tiempos más sinceros se llamaba colchón de desempleados (que sirve para abaratar el salario) y derecho libre de despido; le dicen contratos de estabilidad al saqueo que un ciudadano notoriamente japonés concertó con un puñado de extranjeros avezados (pero no quieren ninguna estabilidad en el empleo); y llaman tasa de crecimiento al promedio de lo que ganan los grandotes, que se encargan luego de que sean las sobras las que "chorreen" (si es que hay sobras).

Todo lo que no está entre estos parámetros es odioso, insurreccional, jurásico, socialistón, caviarón e indeseable.

Y la izquierda no responde. No sé ni me importa saber por qué la izquierda no responde. No sé qué hace la izquierda ni dónde está o yace o hiberna. Debe estar pagando culpas, supongo. O viendo, con vergüenza, cómo algunos de sus ayer voceros (ex comunistas, ex vanguardistas, ex trotskistas) se instalan en el sistema de la banalización mundial y reniegan de su pasado al lado de un dry martini en alguna universidad norteamericana de segunda.

Lo único que sé es que esta dictadura mediática que quiere pintarnos a García como el supremo hacedor y a Correa como a un dinosaurio (y a Chávez como a un mafioso y a Evo como un indio tonto) debe ser combatida. Combatida por toda la gente decente con acceso a la prensa. No es posible que el país que produjo a José Carlos Mariátegui acepte hoy que las ideas de Marianito Prado se han vuelto indiscutibles.

Hoy la derecha gobierna con García, reencarnación del Haya del crepúsculo. Eso está bien, así cada uno asume su papel. Pero quienes creemos que la injusticia produce hambre y senderismos, no debemos seguir callando en nombre de la prudencia o el desarrollo. El plan de García es crear un frente Fuerza Armada-empresarios- engatusados. Es un plan de largo plazo, un sueño de Huaitita que ahora, con el control de los medios de comunicación, parece posible. ¿Cuántos peruanos nos resistiremos a esta monotonía impuesta por el dinero y sus fabricantes de coartadas? Lo sabremos pronto.

Dicen que Hugo Chávez tomará pronto un canal de TV. Aquí García los tiene todos y nadie dice nada. Aquí el debate sólo puede darse sobre lo secundario. Lo importante ya está resuelto de acuerdo a los intereses de Lan-Perú. ¿Hasta cuándo?

martes, 9 de mayo de 2006

NACIONALIZAR O NO, MENUDO PROBLEMA.

Política

Por: NELSON MANRIQUE
La nacionalización de los hidrocarburos de Bolivia, decidida por el gobierno de Evo Morales, ha obligado a los candidatos presidenciales en el Perú a tomar posición. Alan García se ha apresurado a afirmar que no piensa realizar ninguna expropiación ni nacionalización. Del lado de Ollanta Humala han dicho que no piensan proceder como el gobierno boliviano, que nacionalizar no es estatizar y que lo que quieren nacionalizar es el Estado. Sea por convicción o por consideraciones electorales, ambos candidatos se han pronunciado por no cambiar un elemento central del modelo económico que formalmente recusan. Asumen, así, una posición que no se diferencia significativamente de la de Lourdes Flores, que está de acuerdo en que es necesario modificar el esquema tributario vigente. La derecha peruana, que ha sufrido una derrota política en las urnas, sigue ganando el partido en el terreno ideológico.
En el sustrato del debate está la idea, que la derecha peruana ha vendido con gran éxito, de que las privatizaciones son siempre buenas y las nacionalizaciones siempre son malas. La nacionalización de los hidrocarburos, respaldada por más del 90% de los bolivianos en un referéndum, es, para esta lógica, una atrocidad. Según esa idea se ha entregado los principales recursos del Perú a empresas extranjeras, la derecha presiona porque se termine de desnacionalizar lo poco que queda bajo el control del Estado y clama que el cielo se caerá si se tocan los privilegios que Fujimori otorgó a las empresas extranjeras.

¿Son siempre malas las nacionalizaciones? Tomemos como ejemplo un país al que la derecha peruana admira y considera un modelo digno de imitar: Chile. En Chile, el principal recurso nacional, el cobre, fue estatizado en la década del setenta porque se consideraba que este recurso, no renovable, debía servir para mejorar la situación de los chilenos y a nadie, ni siquiera a Pinochet, se le ocurrió desnacionalizarlo después. ¿Esta terrible decisión ha condenado a los chilenos a la miseria? No precisamente. La Corporación Nacional del Cobre (Codelco) ha entregado a las arcas chilenas, por impuestos y utilidades, US$8.200 millones en los dos últimos años y debe entregar US$7.000 millones adicionales este año (ya ha entregado US$ 1.679 millones en el primer trimestre): en total US$15.200 millones en tres años. Mientras tanto, el Perú recibió por el total de las privatizaciones que hizo Fujimori durante los noventa US$9.200 millones: US$6.000 millones menos de lo que Chile ha recibi
do en tres años de su empresa estatal. Con la diferencia adicional de que el Perú ha entregado sus recursos a perpetuidad, mientras que Chile seguirá beneficiándose por siempre de los ingresos que le brinde el cobre.
¿Qué hará Chile con los grandes recursos que le ha entregado Codelco? Mejorar los servicios que ofrece a sus ciudadanos (ya invierten cinco veces más que el Perú en sus estudiantes; es decir, en el futuro), y renacionalizar (como se lee) empresas. Lo explica Carlos Ominami, el titular de la Comisión de Hacienda del Senado: "Así como vendimos empresas, nosotros pudiéramos comprar también acciones de empresas extranjeras que hoy día invierten en Chile" (Diario Financiero de Chile, 3 de mayo de 2006).

¿Son malas las nacionalizaciones? No siempre. Pero sí, si se permite que los pillos se acojan a la prescripción de sus delitos para seguir delinquiendo. Un Estado eficiente, con controles democráticos, podría poner los recursos del país al servicio de todos los peruanos.

martes, 2 de mayo de 2006

Ernesto Castillo Paez


Ernesto Rafael Castillo Páez nació el 3 de junio de 1968, y fue detenido ilegalmente, y desaparecido por el Estado Peruano, el 21 de octubre de 1990, a los 22 años de edad, en Villa El Salvador. Hasta hoy no ha aparecido.

La desaparición de Ernesto se supo de inmediato gracias a que sus padres sabían cuál habría de ser el itinerario de Ernesto, el cual contemplaba la visita de Villa El Salvador para la realización del trabajo de campo de una investigación que estaba haciendo sobre los efectos del paquetazo de Fujimori en la población, y la llegada a casa temprano para celebrar el cumpleaños de su hermana Mónica. A esto se sumo luego una llamada telefónica que daba cuenta de la detención de Ernesto en VES.

De inmediato, al día siguiente, empezaron los contactos con sus compañer@s y amig@s de la PUCP, instituciones, y las investigaciones y denuncias por cuenta propia de sus padres y familiares.

Todo el mundo se movió para evitar que esta temporal e inexplicable ausencia de Ernesto se convirtiera en lo que se convirtió: en detención ilegal y desaparición.

Un papel capital y ejemplar jugó la presencia de la Doctora Greta Minalla, actual Decana, para suerte nuestra, del Colegio De Abogados De Lima – CAL. Ella acogió el Recurso de Habeas Corpus interpuesto por los padres de Ernesto, el mismo que venía siendo rechazado por otr@s magistrad@s por no querer ganarse problemas con gobierno de Fujimori y compañía. Pero, además, se hizo cargo de gran parte de las investigaciones, y, en medio de éstas, también impidió que se cometieran otros crímenes contra otras personas encarceladas, a costa de sus propia vida. Resultado de estas investigaciones han sido l@s testig@s y gran parte de las pruebas con que se ha contado para llevar adelante el caso de Ernesto. Cabe señalar que la Doctora Greta Minaya ha acompañado a los padres de Ernesto hasta hoy, y ha seguido el caso de Ernesto muy de cerca, estando siempre que se le ha necesitado a disposición de quienes se lo han solicitado a fin de presentarla como expositora de estos acontecimientos.

También han sido importantes las investigaciones que la periodista Cecilia Valenzuela hizo para el programa de César Hildebrandt de esos años, las mismos que se sintetizaron en la edición de un video de 10 minutos, que aunque, suponemos, con aderezos personales fuera de lugar, cumplió también un aporte valioso.

Especial reconocimiento merece la dedicación de uno de los abogad@s de Ernesto, el Doctor Augusto Zúñiga Paz, quien sufrió un atentado contra su vida a través de un sobre bomba que le destrozó el brazo izquierdo.

Posteriormente, el caso pasó a la corte Interamericana De Derechos Humanos, la misma que dictó sentencia a favor de Ernesto.

El viernes 21 de octubre del 2005 pasado se cumplieron 15 años de este absurdo crimen. En julio del 2005 se iniciaron las Audiencias Públicas del Juicio Oral contra 16 sospechosos de algún nivel de participación en la detención ilegal y desaparición de Ernesto Rafael Castillo Páez, hasta este lunes 20 de marzo del 2006 en que las mismas llegaron a su fin con el cambio de delito de secuestro por el de desaparición forzada, y la sentencia de Culpable contra Juan Carlos Mejia León condenado a 16 años de prisión, y los tres policías que detuvieron a Ernesto condenados a 15 años de prisión; y de Inocentes para el resto de procesados, quedando así en libertad.

Así, después de más de 15 años de IMPUNIDAD, empezamos a recorrer el camino de VERDAD, JUSTICIA, Y REPARACIÓN que tanto veníamos buscando.

El caso de Ernesto es el primer caso de violación de derechos humanos judicializable en el Perú. Como decíamos, el haber llegado a un resultado a favor de la verdad, la justicia, y la reparación, sentará un importantísimo precedente que permitirá la atención, en mejores condiciones, de otros casos similares, en adelante. Esta última Audiencia ha sido, pues, un acontecimiento histórico de gran significación para Ernesto, su familia y amig@s; las víctimas, familiares
y amig@s de las víctimas de violación de derechos humanos, y para todo el Perú. En virtud de esto, de todo lo avanzado en materia de derechos humanos, y del informe elaborado y presentado por la CVR, respaldar estos acontecimientos sigue siendo de absoluto interés de la ciudadanía en general, y debería conseguir nuestro mayor absoluto interés y atención, así como
nuestro acompañamiento físico.

viernes, 28 de abril de 2006

Perú es una incógnita

por Rafael Drinot Silva
Le Monde Diplomatique

Desde 1985, la derecha política peruana perdió todas las elecciones a manos de outsiders. La clase empresarial, en cambio, disfruta desde 1990 de las políticas más antilaborales de la región. Los peruanos no se interesan por los partidos políticos “tradicionales”, pues el poder no pasa por ellos. El interrogante ante los comicios presidenciales de este 9 de abril es si surgirá algo nuevo o habrá más de lo mismo.

¿Se impondrá Lourdes Flores, una candidata de derechas con lenguaje de izquierdas; el incombustible Alan García, o el nuevo outsider, Ollanta Humala? La popularidad del actual presidente, el también outsider Alejandro Toledo, no duró mucho: intentó privatizar empresas eléctricas y la reacción social casi lo derroca. Si llega al final de su período es por el apoyo de Washington y porque las fuerzas sociales prefieren un gobierno mediocre que el vacío del poder.

Toledo dejará una economía aparentemente saneada, con un 49% de aumento del PIB en el quinquenio y la inflación controlada. Pero la distribución del ingreso es de las peores del mundo; el desempleo es del 10% y el subempleo del 48%; el empleo efectivo es mayormente del tipo basura. Según el informe “Por un Perú menos pobre y más incluyente” del Banco Mundial, entre 2001 y 2005 la pobreza sólo disminuyó de 54,3% a 51,6% y la pobreza extrema de 24% a 19%. En el campo, la pobreza afecta al 72% de la población.

El rechazo a los congresistas (sólo los acepta el 4% de los ciudadanos, debido a la corrupción), refuerza la “ideología del taxista”: Fujimori “robó pero hizo obra”. Robos, secuestros y asaltos al transporte, reciben como respuesta intentos de linchamiento directo –en algunos casos concretados– por parte de la población. En ausencia de reglas e instituciones, el enfrentamiento como modo principal de relación se extiende al sector económico más dinámico –la explotación de materias primas– antagonizando a comunidades indígenas, pueblos y ciudades con las empresas multinacionales...

martes, 25 de abril de 2006

sin memoria no hay futuro

¿LA ESCOPETA DE DOS CAÑONES?
No, muchos muchos más cañones...



Nadie hablará de Derechos Humanos en la Segunda Vuelta... a 3 años del Informe de la CVR si no defendemos ese trabajo, nos seguirán pasando por encima...